miércoles, 30 de noviembre de 2011

María en el Cenáculo

María en el Cenáculo como Madre y Protectora  de los Sacerdotes

Como laica activa he tenido contacto con algunos Sacerdotes, dentro y fuera de mi parroquia. Unos muy espirituales, otros muy santos, otros buenos misioneros, otros humanitarios, unos que necesitan días de 50 horas para poder cumplir con todas sus obligaciones, otros refunfuñones, otros malcriados y algunos experimentando el amor de Cristo desde su lecho de enfermedad. 


Desde esta diversidad de realidades, vemos que el Sacerdote es un ser humano, con fortalezas y con debilidades. Pero todos con algo en común: La Valentía. Esa misma que asistió a María Santísima cuando se le apareció el Ángel Gabriel. Todos y cada uno de nuestros Sacerdotes, han dado ese paso decisivo en la fe; respondiendo al llamado de Dios, en el plan de la salvación de la humanidad. Ese paso hacia adelante en los planes del Señor, lo dan acompañados de la Madre del Cielo, quien les infunde fuerzas para un FIAT firme, que los compromete a ser Esclavos del Señor, permitiendo que su palabra se cumpla en ellos.

Son seres humanos que dejan todo lo que tienen para seguir a Dios, que anuncian la Buena Noticia por los confines de la tierra, que luchan constantemente contra las tentaciones del león rugiente, que siempre está presto para devorarlos, que sufren y se alegran con nosotros, que son felices juntos con su iglesia. Son seres humanos extraordinarios, que guiados de la mano de María, se tornan para el Señor en instrumentos  de sanación y liberación a través de los sacramentos. 

Hombres con manos ungidas por el mismo Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, para consagrar su cuerpo y su sangre y hacerlo presente en cada Eucaristía. Y allí en sus noches de soledad, baja desde el cielo la Madre y protectora de los Sacerdotes, para hacerles compañía, para darles animo en sus ministerios, para aliviar cualquier falta afectiva; Ella al pie de la cruz de cada Sacerdote, porque sabe lo difícil que  es el camino,  cuantas incomprensiones los lastiman, cuanto les persiguen para hacerlos caer y cuantos los atacan.

A ti Madre María, quiero agradecerte por mis Hermanos Sacerdotes, ofrecer un Ave María con cada latido de mi corazón por su protección y entrega, te pido que en cada Eucaristía les acompañes al lado del altar para renovarles sus fuerzas espirituales y cuando Nuestro Señor los llame a su encuentro seas tú misma quien los reciba en el Reino de los Cielos.

SEÑOR DANOS MUCHOS Y SANTOS SACERDOTES!!!!!!

Olimpia Leal
Mayo 19-2010 (4:30 a.m.)

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