miércoles, 30 de noviembre de 2011

Sufrimiento de Jesús

Sufrimiento de Jesús

El sufrimiento que vivió Nuestro Señor, tiene varias etapas, La Agonía en el Huerto de Los Olivos, La Traición de Judas, El Abandono de sus Apóstoles, El desamor del pueblo a quien le había predicado la Buena noticia del Reino durante 3 años, la angustia de su Madre y familiares al enterarse que a Él lo buscaban para matarlo, los maltratos físicos durante los juicios que le siguieron y por último la crucifixión.


Como todos sabemos durante la oración en el Huerto, Jesús sintió una tristeza como de muerte, que le conlleva a sudar sangre debido a la gran angustia y miedo que experimentó en ese momento al saber que ya la hora se acercaba, más lo enfrentó haciendo la voluntad del Padre.

Luego Judas irrumpe en ese lugar seguido por guardias y soldados armados, y le besa en la mejilla, y Jesús le hace ver su error con los ojos de la conciencia y del corazón: “¿Con un beso traicionas al Hijo del Hombre?”. Jesús no limita a Judas en la libertad que ha sido creado, le ha tratado igual que al resto de los apóstoles, le ha enseñado de la misma manera, lo ha llevado a los mismos lugares, le ha permitido experimentar  los mismos milagros, pero Judas ha tomado su propia decisión; ha traicionado al Maestro, y le ha causado un inmenso dolor.

Ante este sufrimiento Jesús no reclama nada a Judas, por el contrario le mira con ojos de piedad, esperando de él  el arrepentimiento de corazón para inundarlo de su misericordia divina. 

Ya apresado Jesús comienza a vivir el abandono de sus apóstoles, quienes por miedo a que les matasen a ellos también, lo niegan, se esconden, lo dejan solo; causando en Él  tristeza y desilusión.

Jesús enfrenta solo, los mas terribles momentos de su paso por este mundo, a pesar de haber enseñado el hermoso mandamiento del  amor y la entrega al mas necesitado, Él transita solo esos amargos momentos que desembocan en un par de juicios injustos e ilegales, donde se ponen de manifiesto la injuria, el odio, la envidia, la mentira y un pueblo que se alza en su contra después de haberse servido de Él. 


Jesús también enfrenta el sufrimiento de pensar en la espada de dolor que esta atravesando el corazón de su santa Madre,  ¿cuanto no querría Jesús evitar ese tormento a quien ha sido su esclava por amor a Dios y las almas?  Más también ella ha aceptado la voluntad del Padre con la gran esperanza de que Dios enaltecerá a los humildes de corazón. 

Nuestro Señor es sometido a la tortura a través de los azotes que le manda a dar Pilato; lo atan a una columna para que su espalda quede en posición de recibir el castigo, el soldado se ensaña con todo su odio contra el cuerpo de Jesús y comienza a flagelarlo, su piel quedo toda desgarrada y su carne expuesta, bañado en sangre a la vista de quienes se gozaban con todo aquello. Mas no bastando ese sufrimiento,  hacen una corona de espinas, y se la colocan, cerciorándose de que cada una de esas espinas penetre en su cabeza, originando una perdida de sangre aun mayor.

Nuestra mente no tiene alcance para saber con exactitud cuan débil estaba Jesús, no solo en cuerpo, sino en su alma, la traición, el abandono y el dolor físico han de haberlo debilitado hasta el extremo; pero Él, varón de dolores, sigue en obediencia y toma su cruz para dirigirse al calvario. Durante ese camino se agudizaba aun mas el dolor de todo su cuerpo, el enorme peso de la cruz le hace desfallecer sus fuerzas y cae tres veces en la vía. Hubo encuentros en ese transitar  que le marcaron el  alma, hubo gritos de rencor que le acentuaban el abandono, pero también hubo gestos de amor, que le alimentaban su misión.

Llegado al calvario Jesús ha experimentado el dolor moral, dolor psíquico, dolor físico y dolor familiar y en estas condiciones proceden a clavarlo en la cruz.



Hago mención textual a continuación del informe medico del Dr. Truman Dais, quien realizo esta investigación desde el punto de vista médico.


“Comienza la crucifixión. Se le ofrece a Jesús vino mezclado con mirra, una bebida ligeramente analgésica. Él rehúsa beber. Simón recibe orden de poner el travesaño en el suelo y prontamente Jesús es tirado hacia atrás con sus hombros contra la madera. El legionario busca con sus dedos a encontrar la depresión en la parte delantera de la muñeca.


Ya martilla un clavo, pesado y cuadrado de hierro fundido que atraviesa la muñeca y penetra profundamente en la madera. Rápidamente se cambia al otro lado y repite la acción, teniendo el cuidado de no estirar los brazos demasiado, permitiendo un poco de flexibilidad y movimiento. El travesaño es levantado y puesto en su lugar arriba en el poste, y, junto con ello se clava el título con su inscripción trilingüe que proclama en hebreo, en latín y en griego "ESTE 


ES JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS."


El pie izquierdo es dirigido atrás, contra el pie derecho, y con los dos pies extendidos, dedos hacia abajo, un clavo penetra el dorso de los dos pies, dejando las rodillas moderadamente dobladas. La víctima ya está crucificada. Mientras se relaja lentamente y el peso se apoya más y más en los clavos de las muñecas, dolores terribles y ardientes se producen en los dedos, se extienden por los brazos, y explotan en el cerebro, debido a la presión que los clavos están ejerciendo en los nervios medianos (de la muñeca). Al empujar hacia arriba para evitar el tormento de estar estirado pone el peso total en el clavo que atraviesa los pies. Y de nuevo experimenta la agonía ardiente por el clavo que ahora rompe a través de los nervios entre los huesos (metatarsianos) de los pies.


A estas alturas sucede otro fenómeno. Al fatigarse los brazos, grandes oleadas de calambres barren los músculos, haciendo nudos en ellos con un dolor profundo, pulsante y sin tregua. Junto con los calambres viene la inhabilidad de empujarse hacia arriba. Colgado por los brazos los músculos pectorales están paralizados y los músculos intercostales quedan sin poder funcionar. Se puede llenar los pulmones de aire, mas no se puede exhalar. Jesús lucha para levantarse y lograr siquiera una respiración breve. Finalmente, el dióxido de carbono aumenta en los pulmones y en el torrente sanguíneo y los calambres se relajan parcialmente. 


Espasmódicamente, él logra levantarse para exhalar y luego inhalar el oxígeno que sostiene la vida. Indudablemente fue durante estos períodos que él emitió los siete dichos breves que están grabados:


El primero, cumpliendo con su propósito en la tierra, el que vino no para condenar al mundo sino para salvarlo, dijo, "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen."


El segundo, al ladrón arrepentido: "De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso."


El tercero, mirando abajo al confundido y afligido joven Juan (el apóstol amado) y a su propia madre, dijo, "Mujer, he ahí tu hijo. He ahí tu madre."


El cuarto, un grito, es el principio de Salmo 22: Eli, Eli, lama sabactani? Que traducido es: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"


Jesús quería manifestarnos algo muy importante: un sufrimiento misterioso que nosotros somos incapaces de imaginar. Sufrimientos muchos más terribles que todos los demás, físicos y morales, descritos hasta aquí. Jesús había salido fiador de los hombres, se había hecho responsable ante Dios de los crímenes y maldades de todo el mundo.


El cordero de Dios inmolado llevó nuestros pecados y por un breve instante, como que el Padre alejó su rostro de Él…y fue abandonado. Isaías 53:4-5 dice: "ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados."


Experimenta horas de dolor sin límite, ciclos de calambres que estrujan y presionan las coyunturas, asfixia parcial intermitente, dolor quemante mientras el tejido se arranca de la espalda lacerada con el movimiento arriba y abajo contra la madera en bruto y entonces comienza otra agonía: un dolor aplastante, profundo en el pecho mientras el pericardio lentamente se llena con suero y empieza a comprimir el corazón.


Volvamos a recordar de nuevo el Salmo 22 (versículo 14): "He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas."


Casi termina la pérdida de líquidos de los tejidos ha alcanzado un nivel crítico el comprimido corazón está luchando para bombear sangre pesada, sangre espesa y lenta, a los tejidos, los pulmones torturados están esforzándose frenéticamente para tragar pequeñas cantidades de aire. Los tejidos marcadamente deshidratados mandan abundantes mensajes que inundan el cerebro.


El quinto dicho de la cruz de Jesús sale seco, sin fuerza, pero cumpliendo con una profecía: "Tengo sed."
Recordemos otra parte del profético Salmo 22: "Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte."


Una esponja empapada en el vino amargo y barato que era la bebida de costumbre de los soldados romanos se levanta a sus labios. Tomó del vinagre antes de hablar. El cuerpo de Jesús está ahora moribundo y él puede sentir el frío de la muerte que paulatinamente invade sus tejidos. Al darse cuenta de esto emite el sexto dicho:
 
"¡Consumado es!"
(Juan 19:30).
 
Consumada estaba la obra que el Padre le había encomendado de redimir al mundo (Jn. 17:4). Todas las profecías sobre Él se habían cumplido, Su misión de pagar las deudas de otros está cumplida. Por fin puede dejar morir a su cuerpo. 

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